miércoles, 18 de febrero de 2009

Transporte público español

A día de hoy, desplazarse es una obligación diaria. Da igual si es para ir a trabajar, para hacer la compra, para llevar a los niños al colegio o para irse a tomar unas copas con los amigos. Bueno no, eso ya es pecado, porque con las multas a la orden del día, las copas te las tomas en casa, hablando con los amigos que se han conectado a tu Wii, mientras jugáis a matar malos. Pero el resto de las cosas requieren indefectiblemente un desplazamiento, porque si tienes el trabajo cerca, el colegio está lejos y si el hospital te cae al lado, lo demás está a tomar viento... así que sí o sí, hay que coger el coche. Y al final hay tal cantidad de coches en circulación a la misma hora que se hacen unos atascos universales.

En esto de los atascos podemos aplaudir a las empresas de obras públicas, por contratar becarios a los que echar toda la culpa cuando el proyecto es un desastre, pero todo el mundo ha cobrado una pasta... menos el becario, que era el que trabajaba. En fin, soluciones para los atascos y los desplazamientos: el fabuloso mundo del transporte público.

Yo, para estas cosas, suelo hacer dos listas, como en las composiciones de inglés de selectividad, ¿recordáis?: ventajas y desventajas.

El transporte público no es que no contamine, pero sí contamina menos, quizá el tren, que es eléctrico y aunque haya sembrado el país de vías de acero y cables por todas partes, contamina poco. Además, se puede conocer gente, no sólo en el trayecto, sino mientras se espera a que el medio en cuestión aparezca por el horizonte y, sobre todo, en los apasionantes días en que todos coincidimos en los andenes, marquesinas, dársenas y salas de espera en general porque nuestro amado transporte público está de HUELGA. De hecho, creo que es el único sector que podría hacer huelga a la japonesa y, por una vez, ofrecer un servicio medio decente.

En esto de las huelgas la medalla de oro la tiene Iberia, luego el resto de compañías aéreas, seguidos de cerca, por el tren y cualquier día se nos apuntan los autobuses y el metro. Y ya nos cruzamos de brazos, dentro de casa y que la crisis se nos coma a todos: total...

Como decía, en las salas de espera se conoce gente muy interesante, sobre todo extranjeros que no se pueden creer lo que están viviendo... y con esto terminamos la lista de ventajas.

La otra lista… no sé si hacerla yo o que cada uno sugiera lo que se le ha ocurrido. Partamos de la base de que público quiere decir gratuito, de hecho en Sudamérica lo llaman "colectivo" porque no es un vehículo particular y hay que pagar por utilizarlo, pero imaginemos que llega a Madrid una pareja de chinos. Él alquila un coche en la puerta del aeropuerto y deciden encontrarse en Chipiona, Cádiz, al día siguiente. Él sale del aeropuerto, tarda un par de horas intentando esquivar la M-12 a la que todos odiamos y acaba pagando el peaje, por salud. Sigue por la M-50 y se encamina tardando en llegar unas 8 horas, yendo a una media de 80km/h (por consejo de un amigo suyo alemán que estuvo aquí hace poco) y después de parar en Despeñaperros para hacer fotos, en Bailén para comer algo y en Córdoba para tomar un café, llega a Chipiona.

Ella... coge el metro y se dirige a preguntar qué recorrido es mejor para ir a Cádiz: el billete más barato de tren cuesta 67,30 euros y tarda cinco horas; mientras que el autobús, cuesta 23,70 euros y tarda 8 horas. A pesar del precio, coge el Altaria de las 16:20h. y se sienta 5 horitas a ver el paisaje. En Cádiz, tiene suerte y la estación de autobuses está frente a la del tren, así que coge otro autobús una hora y media más, que le cuesta casi 4 euros y al final llega a Chipiona, al otro lado del pueblo, donde su marido la espera en la habitación del hotel. Así que pide un taxi para llegar hasta el hotel. Otros 15 minutos y otros 5 euros.

Al final, si ambos salieron a las 10 de la mañana, él, que no ha utilizado para nada el transporte público, ha viajado a sus anchas, haciendo lo que ha querido y parando cuando ha querido y ha pagado por ello 20 euros de alquiler del coche y 50 de gasolina. Y ha tardado 8 horas. A las 18:00 estaba en su hotel deshaciendo la maleta.

Ella, tuvo que esperar hasta las 16:20 para coger el tren, que tardó 5 horas, llegó a las 21:30 y esperó para coger un autobús de línea regular que cuesta 3,91euros y que tarda una hora y media más, pero… ¡sorpresa! El último sale a las 20:30, así que tuvo que esperar hasta las 7:15 del día siguiente que, más una hora y media y los 15 minutos del taxi, son las 9 de la mañana. Y se ha gastado, sólo en transporte: 80euros.

Vamos, que no sólo ha perdido el tiempo, sino que le ha salido mucho más caro. Y esto a nivel turístico, no vamos a pensar en esos pequeños pueblecitos de interior, menos interesantes para el mundo en general, cuya conexión con el mundo depende de una línea de autobuses que cobra lo que quiere y que tiene horarios de risa o de esos otros lugares que dependen del tren, sus escasos horarios y sus famosas huelgas.
Yo, desde luego, estoy harta del timo del transporte público y todas esas historias que nos meten en la cabeza para que piquemos y paguemos más.

jueves, 12 de febrero de 2009

Una historia real

Desde que el coche llegara a España en 1950 pareció que el Gobierno apoyaba este medio de transporte tan cómodo y seguro. En 1980, nuestro país se había convertido en uno de los principales productores mundiales de vehículos de turismo, con coches baratísimos.

El Gobierno se tomó tan en serio eso de apoyar la industria automovilística que, en 1998, se llegaron a producir 2.826.042 vehículos, un récord absoluto para el país. Y como todo esfuerzo tiene su recompensa, pues el Estado se llevó 490.020 millones de pesetas, es decir, 2.950 millones de euros de impuestos.

Entonces, si la cosa iba tan bien y les reportaba tanto dinerito, ¿a qué viene esta campaña contra el coche que hay en España? 2008 se cerró con una bajada en las ventas y matriculaciones de automóviles, del 28,1%, respecto al año anterior. Esto es mucho. ¿Querrá eso decir que los ingresos fiscales también van a descender? No. Y no rotundo además, porque quizá no se embolsen miles de millones de euros en concepto de impuestos directos por la compra de vehículos, pero lo harán en concepto de multas y, sobre todo, el gran enemigo dormido: el parking.

De un tiempo a esta parte, parece que el Gobierno con sus amigos de Tráfico de la mano, han emprendido una campaña contra el uso del coche que da miedo. Al principio creí que lo hacían para fomentar el transporte público, pero está claro, que con el precio al que lo han puesto, no era para eso. Las multas están a la orden del día y tú, cada vez que vislumbras un coche de policía, ya temes la multa, aunque vayas andando. Ya no dan seguridad ninguna, sino todo lo contrario. Y los conceptos de las multas son arbitrarios, porque la gente que conduce a 12 por hora, en una autopista de 9 carriles, va tan contenta. Que los radares sólo te "cazan" si vas rápido. O cuando no llevas el cinturón puesto. Porque ¿a quién hago yo daño cuando no llevo el cinturón? ¿A mi madre que llorará en casa si se entera de que estoy poniendo mi vida en peligro? Las multas deberían ser para aquellos que ponen en peligro la seguridad de los demás, ¿o es que ahora van a multar también a los que hacemos puenting?

Y lo peor es aparcar. Claro que no hace falta ya que el Gobierno apoye el sector del automóvil, si sólo en 2003 ya recaudaron 18 millones de euros, con la tontería del parquímetro. Y si no puedes aparcar en la puerta de tu casa, pues al garaje público... que estos también deben pagar un buen dinerito al Estado por la inyección de euros que les están regalando.

Imagínate que eres un estudiante alemán, que ha decidido venir a España con su cochecito desde Munich. Y el muchacho entra por Cataluña, porque quiere conocer Barcelona. Allí paga unos 30 euros de peajes cada 50 kilómetros más o menos, porque se siente incapaz de abandonar la autopista. Él habla alemán y el español que aprendió en el colegio... Luego, cuando por fin llegue a la ciudad, intentará aparcar y se pegará un tiro, porque allí hay calles por las que no caben ni los coches. No lo conseguirá y acabará dejando el coche en el parking de algún cementerio cercano. Pero lo mejor vendrá cuando se entere de que le han puesto una multa por conducir a 85 k/h por una autopista barcelonesa, claro que él nunca se enterará de que esa era "para no contaminar". Ellos que no tienen límite de velocidad en sus autopistas.
Y si aún le queda dinero tras el atraco en Cataluña, el chico, que es un valiente, continuará camino hasta Madrid. Por el camino, decide salir de la autopista, porque ahora sí entiende lo que pone, y parar en algún sitio intermedio como Zaragoza para ver las ruinas de la Expo 2008. Allí aparca el coche en zona azul y se va comer. Los parquímetros de Zaragoza son famosos porque funcionan como les da la gana, con lo que el importe no coincide con el tiempo y cuando el chico vuelve: multa. Así que anula la multa, pagando los 3 euros de soborno al parquímetro de las narices. Y entonces recuerda que en Roma, con toda su mala fama, con 4 euros tenías parking para todo el día.

El chico, ya cabreado, intenta salir de allí y coger de nuevo la autopista. Va rápido. Lo menos a 75k/h en una zona de 60k/h. Y allí, en un cambio de rasante, apostaditos y escondidos como lo hacen los ladrones, los del radar móvil. Le paran, le piden los papeles... como no se entienden... se organiza. El chico es alemán, trata de mantener la paciencia y habla en inglés. Los policías ni papa, claro. Lo intenta en español macarrónico. Los policías se vuelven a explicar. Al final concluyen que: si no paga la multa en el acto, el vehículo se le retiene, porque como es extranjero... ya se sabe. No vaya a ser que no cobren.

El chico vuelve a pagar. Ya está muy decepcionado de sus vacaciones, pero continúa a Madrid, que es una ciudad estupenda donde se lo va a pasar fenomenal. Así que llega a Madrid 9 horas después, porque decide conducir a 60k/h todo el camino. Y llega por la carretera de Barcelona. Pilla atasco, se lía y acaba en la dichosa carretera del aeropuerto, pagando peaje, claro. Empezamos mal. Tras 2 horas de atasco encuentra la calle del hotel en el que ha reservado habitación. El hotel de 5 estrellas en el centro, no tiene parking. Da vueltas, echa gasolina dos veces. Y encuentra sitio en zona verde. Aparca y se va al hotel.

Como está hasta los mismísimos huevos, se cambia y se va a tomar una copa. Andando claro. En el bar conoce una chica que habla alemán y se cuentan las penas. A lo que el chico se entera de que zona verde, es malo malísimo si no eres residente y que en cuanto salga el sol, tendrá otra multa... sale pitando a cambiar el coche de sitio, con tan mala suerte, que en la primera rotonda, control de alcoholemia.

Al día siguiente, el chico le regala el coche a la chica que conoció en el bar. Coge un avión y se vuelve a su casa, donde se siente seguro y feliz. No sólo no volverá jamás a España, sino que además contará los horrores de este país tercermundista. Y luego dicen que hay crisis... y que se nota, porque ya ni los extranjeros dejan propina en los bares... ¿propina? La propina la tienen los de tráfico.

Entre los peajes, el precio de la gasolina, los malditos parquímetros, las multas por estupideces, las carreteras mal diseñadas, los atascos... vamos a conseguir que los turistas se vayan al otro lado del mundo y no vuelvan jamás a España.