martes, 25 de septiembre de 2012

Cómo la caña de azúcar se convierte en ron


¿A quién no le gusta beber ron? Pero no uno cualquiera, uno bueno. ¿Y a quién no le gustaría beberlo en la misma Hacienda en que lo producen?, ¿En Venezuela?, disfrutando del clima, de la gastronomía y de una naturaleza y un paisaje fuera de lo normal. Estoy hablando naturalmente del Ron Santa Teresa de Venezuela.
La idea es la siguiente. La CNN hace unos días eligió como una de las diez mejores rutas del mundo dentro de las marcas de destilados, la ruta del Ron Santa Teresa. A través de la propia Hacienda de Santa Teresa en Venezuela, donde se fabrica este licor.
Es una ruta bastante original, que te lleva en un trenecito por toda la Hacienda, recorriendo cada punto importante. Empiezas probando la caña de azúcar, recién cortada, tan dulce y tan jugosa… después puedes ver cómo fermentan el mosto, como se convierte en melaza, cómo se obtienen los diferentes tipos de alcohol. Es muy divertido y muy instructivo, dicho sea de paso.
Luego te muestran los talleres donde los artesanos toneleros construyen los barriles, donde se esconde la magia que convierte la melaza en ron. Allí huele a madera maciza y es una sensación muy entrañable.
Una vez que nos sabemos más o menos el procedimiento, es hora de las clases teóricas, es decir, de aprender lo que es realmente importante y lo que n o lo es en un licor, lo que diferencia un buen ron de uno malo. Para esto, el Salón de Catas Trepiche, donde los enólogos nos dan un baño a través de las sensaciones de nuestros cinco sentidos para que tengamos una noción lo más aproximada posible de las características organolépticas del producto. Para que podamos disfrutar a muchos más niveles, en definitiva. Y una vez que nos sabemos la teoría y hemos visto cómo se pone en práctica, nos nombran embajadores del Ron de Venezuela, para que nosotros mismos podamos poner en práctica nuestros conocimientos y, en la medida de lo  posible, predicar con el ejemplo, allá por donde vayamos.
La guinda la pone una divertida degustación de cócteles y tragos de ron, para que sepamos bien de lo que estamos hablando cuando ejerzamos nuestra labor de embajadores…
Es una experiencia divertida y educativa, pero sobre todo, a mi juicio, de lo más original, que deberíamos incluir todos en nuestra visita a Venezuela.

sábado, 15 de septiembre de 2012

El picnic más sexy. Al desnudo


Por increíble que parezca, Viena es una ciudad rodeada por lagos en los que se puede nadar y disfrutar de un día casi de playa. 
Claro que esto también se puede hacer en el Danubio, en la parte de la Isla del Danubio, pero los lagos siempre resultan más entrañables y más tradicionales. La mayoría están gestionados por el Estado o alguna entidad privada, que se encarga de cobrar un precio por entrar a cambio, supongo, de mantener el área limpia o algo por el estilo.
Sin embargo, también hay lagos públicos. Que paradójicamente también están limpios, son tranquilos y parece que básicamente iguales a los otros, pero gratis.
Algunos de estos lagos, que además admiten la presencia de animales (en los de pago no y no comprendo porqué) son nudistas. Yo descubrí uno de estos lagos por azar. Tratando de encontrar un sitio del que disfrutar del día en compañía de mi amiguita de cuatro patas.
Un sitio estupendo. Lleno de gente de lo más amable. Al principio, no voy a negarlo, me sorprendió un poco ver que prácticamente nadie estaba usando su bañador y que no estaba indicado en ninguna parte como zona nudista, pero en seguida me di cuenta de que aquella gente estaba muy al margen de lo que hicieran y pensaran o no los demás, que les daba incluso igual si los demás practicaban a su vez el nudismo o no, de si venían con un perro o con un loro y de si querían comer o preferían beber. De donde se desprende que el hecho de bañarse completamente desnudos en este lago es una opción personal y de ninguna manera obligatoria. Pero la convivencia y el respeto son absolutos.
Juncos rodeando un pequeño lago. Pasarelas de madera, muelles para lo que en algún momento debieron ser barcas, pero que ahora no hay. Sol y árboles frutales por aquí y por allá. Un paisaje precioso.
Un lugar en el que se respira una paz y una tranquilidad tales, que incluso hay patos campando a sus anchas por todas partes. Ignorando deliberadamente a cuantos humanos se cruzan en su baño diario. Es gente amable y divertida. La media de edad, es cierto, que es un poco alta. No hay demasiada gente joven, pero eso tampoco impide que aparezca alguna familia con niños que harán un picnic en absoluta harmonía con cuanto los rodea.
La experiencia, lejos de ser algo sexy, es absolutamente diferente. Es mucho más mística de lo que parece, porque el contacto con la naturaleza se hace absoluto y la lección a aprender es el hecho de que cada uno pueda ejercer su voluntad libremente, yendo desnudo en pleno bosque sin que eso afecte o moleste a nadie. Ni a los propios patos.  Y que si tenéis ocasión, desde luego os invito a que probéis en vuestra visita a Viena.