Este viernes se acaba el mundo. Vosotros lo sabéis y yo lo
sé. Así que casi no compensa escribir la carta a los Reyes y con lo que vale el
sello, que ya cuesta, nos tomamos una caña, que sabe mejor.
El mundo termina, sonarán las siete trompetas del
Apocalipsis, habrá truenos, rayos, misteriosas voces, granizo y un terremoto.
Después fuego y sangre que serán lanzados contra la tierra, las montañas se
precipitarán al mar y el mar se convertirá en sangre, la estrella Ajenjo caerá
sobre la tierra y se llevará la tercera parte de los ríos y las fuentes de agua
que se volverán amargas… como el ajenjo. Y eso sólo será el principio, porque
si queréis encontrar los datos completos podéis leerlos en el Apocalipsis de
San Juan, el cual empieza diciendo: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen
las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el
tiempo está cerca”… a lo cual yo me pregunto, ¿de qué tamaño sería su reloj?
Porque parece que el libro fue escrito en torno al siglo I d. C. Y ese “tiempo
que se acerca” suena como los cinco minutos de mamá, cuando te dejaba en el
coche esperando.
Ahora, después de 5.125 años, nos vienen con la canción de
que llega el apocalipsis de los mayas… teniendo en cuenta que para ellos el fin
del mundo llegó hace más de 300 años y de que, con toda su inteligencia y
sabiduría, no fueron capaz de predecir (y en caso de que sí lo fueran, no
fueron capaces de hacer nada para ponerle remedio) su propio final… como
adivinos y profetas me dan más bien poquita confianza.
Pero bueno, seamos crédulos y demos un voto de confianza a
las artes que desconocemos. En fin. A nosotros, los que seguimos el calendario
de Justiniano, un día nos pareció bien marcar el año cero a cuento del
nacimiento de Jesús, quien además nació en marzo, pero también nos pareció bien
elegir el 31 de diciembre con fecha de inicio y final del año. Y cuando pasaron
dos mil años a partir de ese momento elegido aleatoriamente… nos entró pánico
pensando en el “efecto dos-mil” que acabaría con nuestro mundo “conocido”…
después de haber pensado que 1999 sería el último año del mundo por otra
revelación de la biblia sobre algo que escribió San Juan y que no pudo terminar
porque un ángel le robó la pluma (dato que nunca he podido contrastar por más
que he buscado y releído la Biblia)…
En fin, igual que nos pasa cada vez que la cuenta de una u
otra civilización llegan a un número redondo en el cómputo de su tiempo,
también nos pasa cuando el cómputo maya llega al final de su ciclo. Y digo nos
pasa, porque a los mayas les tiene muy sin cuidado este tema, a estas alturas.
Ellos, dividían el tiempo en diferentes segmentos cronológicos (como nosotros
en días, semanas, meses, años, lustros, etc.)
así pues el día 21, acaba un ciclo de 5.125 años, que era el segmento
cronológico más grande que ellos manejaban (nuestro milenio); el final del
decimotercer bakún (grupos de 150 años). ¿Qué pasa al día siguiente? Que es
algo así como 1 de enero… otra vez. Y empezamos a contar otra vez. Tan grave y
tan sencillo como eso.
En cuanto a las profecías, que eso ya es otro cantar. Tan
sólo prometen un gran cambio y como todos los cambios, será bueno. ¿Es que
acaso podemos ir a peor? Con semejante crisis… sí, han hecho hincapié en que
seamos más respetuosos y conscientes con el tema del medio ambiente, pero sobre
todo con un cambio en nuestra conciencia. Y es que como no pensemos de otra
manera y empecemos a actuar como un grupo, en lugar de dejarnos arrastrar por
cuatro tarados codiciosos que sólo están preocupados por la cantidad de dinero
que nos van a seguir robando… no vamos a salir de la crisis jamás. De hecho la
última profecía, la que está por cumplirse, termina diciendo: “a partir de
sábado 22 de diciembre del año 2012 todas las relaciones estarán basadas el la
tolerancia y la flexibilidad, pues el hombre sentirá a otros como otra parte de
si mismo.”
Si esto es así… por mí, encantada. ¿Dónde hay que firmar?
Pero esto sólo les ocurrirá a los hombres que estén en una frecuencia de
vibración alta. Es decir, el grueso de la población ni se va enterar y
tristemente, el 23 de diciembre estaremos preocupados por hacer las últimas
comprar para pasar una Navidad, a la antigua usanza. ¿Qué le vamos a hacer? En
cualquier caso, Feliz cambio universal y de conciencia a todos, disfrutadlo lo
más posible.