miércoles, 22 de febrero de 2012

Hilton Madrid Airport a oscuras



El próximo 31 de marzo, se celebra el día la hora del planeta, por iniciativa de la WWF. Cada año, el último sábado de marzo hay un apagón voluntario durante una hora. Más por concienciación que por verdadera utilidad, ya que es obvio que es peor apagar y volver a encender todos los aparatos eléctricos de hogares y fábricas, que dejarlos encendidos, si es que la intención es la de ahorrar energía. Pero como se trata de concienciarnos frente a los efectos del cambio climático y, sobre todo, aminorar la contaminación lumínica, pues es el contexto perfecto para que nos unamos.
En este contexto, el Hilton Madrid Airport, entre las 20:30 y las 21:30 se apunta a reivindicar el apoyo al planeta con una cena en la oscuridad.
Para empezar, durante una hora se sustituirán las luces eléctricas por velas, pero después van mucho más allá, porque van a organizar una verdadera cena a ciegas en su restaurante Reserva Grill. Se vendarán los ojos de los comensales, justo tras el cóctel de bienvenida, una vez estén sentados en sus mesas.
La iniciativa es de lo más divertida, porque de este modo, se estimulan el resto de los sentidos, incluso el del humor. Para eventuales dificultades, el personal del hotel estará a la total disposición de los comensales, en caso de que necesiten ayuda.
Los entrantes destacarán por la textura, los platos principales por sus aromas y el postre por la intensidad y contraste de sus sabores.
La diversión está servida y si además esto sirve para apoyar al planeta, creo que no podemos pedir más. Quizá no sea la mejor idea para una primera cita romántica, pero creo firmemente que se trata de una idea fuera de lo común y muy, muy interesante.

martes, 14 de febrero de 2012

Bailando como una princesa


Viena siempre ha sido una ciudad llena de glamur. Cuando uno decide visitar esta ciudad, en un rincón de su cabecita viaja buscando el ambiente bohemio del que hace gala esta ciudad.
No me refiero a Sissi y toda esa falta leyenda rosa con la que carga la pobre, sino a los palacios dorados con cúpula verde, eso sí. A las cafeterías repletas de deliciosos dulces, de cafés calientes y licores con olor a cereza, me refiero a los míticos coches de caballos y al ritmo de vals… venga, seamos sinceros. A todos nos ha pasado ¿no es cierto?
Pues bien, hablemos de una posibilidad de disfrutar, por una noche, de esa sociedad barroca que tanto nos llama la atención. Se trata de los bailes del palacio. Porque en Viena, durante el año, se celebran nada menos que 450 bailes y galas en diferentes palacios y edificios de similar envergadura.
Bailes de todo tipo y para todos los gusto. Y sobre todo, para todos los bolsillos, porque codearse con la jet set de Viena no es fácil y mucho menos barato. Hay que prepararse a conciencia. Para empezar, el atuendo. Nada del traje de Nochevieja de hacer unos años y a tirar... los caballeros han de hacerse con un frac, un smoking, un jaqué o un uniforme que acredite un rango, zapatos brillantes y pajarita incluidos. Las damas, lo tenemos un poquito más fácil. Nos vale cualquier vestido de noche que nos llegue hasta los pies. Elegante, con algún bonito adorno, sin pasarse... aunque bueno, ya se sabe que en estos casos la gente no tiene medida y al final se convierte en un desfile de disfraces, porque no todo el mundo comprende que la elegancia no se compra ni se vende y algunas mujeres más parecen estar pagando una apuesta que luciendo un vestido bonito. Pero bueno, eso ya es problema de cada uno. Unos bonitos guantes de fiesta, de esos que van hasta los codos, un bolso pequeño y una estola o un chal exótico que nos guarnezca del frío. Todo ello con un buen perfume y un recogido simpático en el pelo. Las joyas brillantes, pero no demasiado llamativas y… seremos la sensación de la fiesta.
Luego hay que hacerse con una entrada. Por un precio que va desde los 45 hasta los 250€. Casi nada. Las entradas más caras son las de los salones más interesantes. Es decir, donde ocurren las cosas. En los salones más alejados de la fiesta, reina la tranquilidad, pero uno se lo pierde todo. Luego, allí, hay que acercarse al bar o los bufés, para comer y beber a gusto. Y aquí es importante advertir que el precio no es el de la calle para nada. Es caro. Muy caro, pero está claro que si te quieres beber un champagne en el palacio, codo con codo con alguna duquesa, hay que pagarlo.
Luego hay que tener alguna noción de baile, porque ir a un baile y no bailar es para que te fusilen. Hay una sala para el sempiterno vals y eso jugar en primera división, pero también salas de menor dificultad, como la disco. Suele haber salas de ruleta, en plan casino e incluso hay salas en las que se puede fumar. Es una absoluta gozada.
¿Os podéis imaginar lo que significa entrar con un vestido de gala en un sitio así? Subir por la escalera principal, sobre la alfombra roja, entre las miles de flores que adornan el lugar y formar parte de un baile así… es sentirse, aunque sólo sea por una noche, una absoluta princesa.

lunes, 6 de febrero de 2012

La Viena de Van Gogh



No. No estoy hablando de una exposición de arte en la ciudad más deliciosa de la tierra como ocurrió en 2008. Esta vez vamos a ir un poco más allá. Porque quiero mostraros una foto, que hice hace unos días y que recuerda, como bien me señaló mi amigo Fernando, a un conocido cuadro de este pintor neerlandés. ¿Os suena?
Podéis ver el asombroso parecido entre su cuadro y mi foto. Sólo hay que invertirla, es decir, si a mi foto le damos la vuelta es prácticamente el cuadro de Vicent. Está hecha desde Hietzing, el distrito 13 de Viena. En lo alto de una pequeña colina. Desdejavascript:void(0) allí, en absoluto silencio, se puede respirar el ambiente de una ciudad que, hasta por casualidad es artística.
Me imagino al gran artista caminando por las calles de Viena, aunque no lo haya hecho en realidad, pero me gusta imaginar imposibles. Muchos de sus cuadros, de hecho, me recuerdan paisajes y escenas de esta ciudad, que además adora los girasoles durante el verano. Esos cuadros que reflejan el ambiente bohemio de la ciudad forman parte, a su vez, del bagaje artístico y cultural de algunos de los museos más interesantes de la ciudad.
Personalmente, la oferta cultural y de arte de Viena me tiene asombrada. Para todos los públicos, para todos los gustos, para todos los bolsillos. No sé si sabéis que en Viena se ofrece la posibilidad de comprar un billete de última hora para entrar a diversos espectáculos, como la ópera o los bailes, con un descuento tan suculento que a veces no cuestan más que un par de pavos. Es emocionante. Festivales de teatro, música y cine, de hecho en cuanto sale el sol, todo esto lo organizan en plena calle y llenan los parques y jardines de la ciudad de vida cultural. Es una lástima que ahora no podamos disfrutar de ello, pero es que el frío es tan intenso que lo mejor es guarecerse bajo techo. Exposiciones, conciertos, ópera, opereta y musicales, tesoros de arte en los museos e incluso estaciones de metro de estilo modernista o Jugenstill, como dicen aquí. Todo ello aderezado de famosos cafés, tabernas típicas e incluso bares de moda.
Definitivamente, Viena tiene un puesto destacado en el ranking mundial de ciudades con mayor y mejor calidad de vida. En su caso, ostenta un orgulloso tercer puesto. Por eso es considerada una de las ciudades más atractivas del mundo. No es un decir, ni una forma de hablar, es un hecho. Es un lujo. Es un placer.