domingo, 21 de marzo de 2010

Dormir por menos de lo que cuesta un menú

El tema de las low cost cada vez está más de moda. Necesariamente, el mercado exige que haya oportunidades en ambos extremos: las cinco estrellas y un lucero a precio de lujo asiático, porque lo vale y la normalidad versátil y cómoda, pero además asequible. Si uno quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones, ahorra y se deja mimar en todos los sentidos para disfrute y solaz de sí mismo; pero si uno necesita hacer uso de un servicio, cuya calidad no debiera exceder de lo que encontraría en su propia casa un martes por la noche, entonces el precio debe ser lo más reducido posible.

Un vuelo de 12 horas a un paraíso caribeño exige casi un billete en el que se incluyan todos los extras imaginables, porque en eso consisten las vacaciones. Mientras que un vuelo de una hora, maletín en mano, ida y vuelta en el mismo día, con el café en la garganta y corriendo para que nos dé tiempo a todo antes de que cierren el banco, lo único que exige es puntualidad y el precio más económico del mercado.

Esto que parece tan claro en las líneas aéreas es mucho más lógico y necesario en los hoteles. Por eso hay cadenas que ya nos permiten disfrutar de un mínimo espacio, decorado de forma lógica y útil, sin grandes lujos ni extravagancias que nadie va a utilizar, a cambio de las tecnologías punteras a la orden del día. Es decir, a mí que la bañera tenga hidromasaje, durante un viaje de trabajo, me viene a dar igual, pero que en todo el hotel se pueda disfrutar de wifi me parece fundamental. Si en la habitación no hay cuadros, ni sillones ni balcón con flores, no me afecta, pero que la cocina esté abierta 24 horas al día te da la vida cuando llegas de una reunión a la una de la mañana y te mueres de hambre. Un hambre que la chocolatina o las pasas del minibar no van a solucionar de ninguna manera. Y una mini copa de vodka al precio de una botella entera, tampoco. Prefiero que me suban de la cocina un buen plato de lo que sea. Incluso un bocadillo me sirve.

Si además, la noche me sale por 10 euros en lugar de por 60 euros... para no tener tiempo de disfrutar del gimnasio o de la piscina... la verdad es que el cambio compensa. Compensa mucho. Sobre todo porque, en el caso de los hoteles, no te encuentras con el timo-sorpresa de que te van cobrar un extra por la maleta, otro por imprimirte el billete, otro por darte un sándwich. En el hotel, el precio de la habitación es el precio final, sin trampa ni cartón. Y el precio de los servicios añadidos no constituye un atraco a mano armada para nadie. Así, uno sabe en todo momento, lo que se puede permitir y lo que no.

Cadenas como Formule 1 o Ibis lo pusieron de moda y otros como Sidorme lo llevaron al extremo, reduciendo precios y ofreciendo mejores infraestructuras. Actualmente se ha convertido en toda una filosofía de vida y hay quien lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Es el caso de Travelodge, quienes no sólo se encargan de ofrecer todo lo necesario para una estancia cómoda a un precio realmente bajo, sino que además apuestan más fuerte. En los hoteles de la cadena Travelodge te puedes llevar a toda la familia, porque los niños, pagan algo así como dos euros y medio. Y por si fuera poco, dan otro paso y te permiten llevarte a tu mascota. Perros y gatos tendrán una camita a su medida, platos para comer y beber y lo más importante, no tendrán que perderse las vacaciones familiares.

La idea me parece genial. Es maravilloso pensar que gracias a estas iniciativas, todo el mundo puede viajar de una u otra manera, y lo realmente importante, el hecho de salir de casa y conocer nuevas culturas, nuevas tradiciones, nuevas gastronomías y sobre todo, hacer nuevos amigos, está al alcance de todos. Así que ya no hay excusa para no empezar a preparar la maleta.