miércoles, 29 de junio de 2011

Una comida en mesa eslovena

La hora de la comida en Eslovenia es un capítulo aparte de cualquier otra cosa que se os pueda ocurrir. En este país no están dispuestos a que nadie pase hambre. Y tienen platos para todos los gustos, eso sí, llenos hasta desbordarse.
Las cantidades no tienen nada que ver con lo que la dieta Mediterránea aconseja. Sin embargo, aunque los eslovenos son personas bastante altas, lo normal es que además sean bastante delgados. Hombre, excepciones hay como en todos los lados, pero la tónica general es ser altos, delgados y comer como si tuviesen los pies huecos.
Y ¿qué se come en Eslovenia? los platos típicos suelen ser fuertes y contundentes, por lo que conviene pedir poca cantidad y no comer con los ojos o nadie llegará al postre.
Para empezar sopa, siempre hay sopa para elegir, una de las mejores es la Borscht, de verdura y que se puede tomar fría o caliente. A los niños les hará gracia, porque es casi roja por la remolacha. Luego hay gachas de trigo sarraceno (en Eslovenia otra cosa no, pero trigo sarraceno... hasta en la propia sopa y nunca mejor dicho) con un sabor muy particular pero muy agradable. Después viene la carne y se termina con un buen y dulce postre.
Los ingredientes principales son la col, las judías y las patatas. Así que estos aparecen en casi todos los platos. De hecho, la patata asada es algo muy común y con una aceptación enorme.
Debido a su cercanía con Italia dominan la preparación de la pizza, que probablemente sea incluso mejor que la italiana y la pasta, por ejemplo los žlikrofi de Idria, que más bien son raviolis rellenos de patata, beicon ahumado, cebolla y un montón de especias, pero su preparación es todo un arte. Este es uno de los platos que más les gustan a los peques.
El Wienerschnitzel austríaco es también muy común, es un filete empanado, lo mismo que el pollo frito, también empanado, que se llama Pohana piska. Pero si no te gustan la gastronomía típica, te puedes centrar directamente en los quesos y embutidos, especialmente el jamón o el salami esloveno.
En cualquier caso hay que probar la jota, que es una especie de guiso de repollo y judías, con algunos trozos de carne o tocino. También, el bograč, que es parecido al gulash húngaro con tres tipos diferentes de carne y que toma su nombre del tipo de cazuela en el que se cocina.
Algo suave pero contundente y con un aspecto bastante peculiar, es el Mlinci, tiras muy finas de pan en forma de pasta, que se hierven en agua con un poco de sal, parecen tiras de bacon, pero en realidad es pan. Su aspecto da mucha grima porque al fin y al cabo es pan mojado y sin embargo, el sabor sorprende. Acompañan platos de carne, como la polenta, que depende de si lleva carne o no, puede ser un plato principal, es un potaje italiano muy popular en Eslovenia.
Y una sabrosa comida termina con los dulces potica, un bollo relleno de chocolate o una prekmurska gibanica, un pastel de requesón, manzana, nueces y semillas de amapola. Pero el pastel por excelencia es el Kremna Rezina de Bled. Hojaldre, crema de huevo, nata dulce y más hojaldre, sorprende porque no es empalagoso (por increíble que parezca) e incluso resulta suave. Por último, los helados. Repito lo que dije de la pizza. Suaves y cremosos pueden ser mejores que los italianos.
No me voy a extender hablando del vino ni de la cerveza, que son bastante buenos, sobre todo los vinos blancos. Los tintos aún tienen un largo camino que recorrer. Y en cuanto a la cerveza… excelente. También hay muy buenos, muy, muy buenos licores. Y para los sin alcohol,
zumos de frutas del bosque o los batidos y chocolates eslovenos. Después de esto sólo me queda desearos buena petito, porque la mesa está lista.

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