Por increíble que parezca, Viena es una ciudad rodeada por
lagos en los que se puede nadar y disfrutar de un día casi de playa.
Claro que
esto también se puede hacer en el Danubio, en la parte de la Isla del Danubio,
pero los lagos siempre resultan más entrañables y más tradicionales. La mayoría
están gestionados por el Estado o alguna entidad privada, que se encarga de cobrar
un precio por entrar a cambio, supongo, de mantener el área limpia o algo por
el estilo.
Sin embargo, también hay lagos públicos. Que paradójicamente
también están limpios, son tranquilos y parece que básicamente iguales a los
otros, pero gratis.
Algunos de estos lagos, que además admiten la presencia de
animales (en los de pago no y no comprendo porqué) son nudistas. Yo descubrí
uno de estos lagos por azar. Tratando de encontrar un sitio del que disfrutar
del día en compañía de mi amiguita de cuatro patas.
Un sitio estupendo. Lleno de gente de lo más amable. Al
principio, no voy a negarlo, me sorprendió un poco ver que prácticamente nadie
estaba usando su bañador y que no estaba indicado en ninguna parte como zona
nudista, pero en seguida me di cuenta de que aquella gente estaba muy al margen
de lo que hicieran y pensaran o no los demás, que les daba incluso igual si los
demás practicaban a su vez el nudismo o no, de si venían con un perro o con un
loro y de si querían comer o preferían beber. De donde se desprende que el hecho
de bañarse completamente desnudos en este lago es una opción personal y de
ninguna manera obligatoria. Pero la convivencia y el respeto son absolutos.
Juncos rodeando un pequeño lago. Pasarelas de madera,
muelles para lo que en algún momento debieron ser barcas, pero que ahora no
hay. Sol y árboles frutales por aquí y por allá. Un paisaje precioso.
Un lugar en el que se respira una paz y una tranquilidad
tales, que incluso hay patos campando a sus anchas por todas partes. Ignorando
deliberadamente a cuantos humanos se cruzan en su baño diario. Es gente amable
y divertida. La media de edad, es cierto, que es un poco alta. No hay demasiada
gente joven, pero eso tampoco impide que aparezca alguna familia con niños que
harán un picnic en absoluta harmonía con cuanto los rodea.
La experiencia, lejos de ser algo sexy, es absolutamente
diferente. Es mucho más mística de lo que parece, porque el contacto con la
naturaleza se hace absoluto y la lección a aprender es el hecho de que cada uno
pueda ejercer su voluntad libremente, yendo desnudo en pleno bosque sin que eso
afecte o moleste a nadie. Ni a los propios patos. Y que si tenéis ocasión, desde luego os invito
a que probéis en vuestra visita a Viena.
Suena fabuloso, aunque creo que soy demasiado tímido para animarme. Me gusta la idea de poder ir con animales. Gracias.
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